Diego Siloé, nace en Burgos, en 1495, +Granada 1563, hijo del burgalés Gil de Siloé, importante escultor gótico de retablos y figuras en la catedral de Burgos y en el Monasterio de Miraflores, donde deja un amplia muestra de su destreza y arte, además de otras obras de gran importancia en ciudades castellanas. Desde muy joven acompañó a su padre en las tareas de aprendizaje y con 19 años decide marchar a Italia con su compañero Barlomé Ordóñez donde pasa no menos de tres años de actividad práctica y asimilación del arte viejo romano, muy desarrollado ya tras las grandes construcciones monumentales del quinquecento con figuras como Bramante o Bruneleschi. Se interesa por la tratadística de Alberti y Serlio y otros grandes genios de la época que como Miguel Angel han crecido en esos nuevos gustos hasta impregnarse completamente de ellos. Su destino inicial es Nápoles, donde mano a mano con su amigo Ordóñez van a concluir la capilla Cariocchiola de Vico en San Giovanni Carbonara en el inicio de una carrera fulgurante que llevará a los dos a ser grandes artistas pioneros del nuevo arte renacentista en España. Es previsible que viajara con frecuencia por las ciudades italianas, en particular Roma, para tomar contacto con las grandes obras ejecutadas ya por los maestros del renacimiento y allí tomara nota de los tratados y estudios en boga que desarrollará sin descanso el resto de sus días. Pasados esos años de aprendizaje y estudio de cuantas maravillas encuentra a su alcance vuelve a España donde la buena fama de su padre y los buenos oficios anteriores le servirán de plataforma para desarrollar sus ideas desde primera hora. En el 1517 se le ve armando la sillería del coro de la catedral de Barcelona, y pronto le serán encargados delicados proyectos que serán resueltos con brillantez y destreza: la escalera dorada de la Catedral de Burgos, el sepulcro de Alonso de Fonseca en la Capilla de la Piedad, de Oñate, obras en la iglesia de las Úrsulas de Salamanca y las trazas de las dos primeras plantas de la torre de Santa María del Campo, en Burgos; detrás vendrán el retablo de Santa Ana, también en Burgos, el retablo mayor de la catedral, o la capilla y retablo del Condestable, donde se acredita como un arquitecto con gusto y personalidad propia y al decir del historiador Gómez Moreno Martínez, como un águila -en sus primeros vuelos- del renacimiento español. Hasta la corte de Carlos V llegarán noticias de su altísimo nivel y en 1527 recibirá un encargo a cuenta de las estatuas orantes de la Capilla Real de sus abuelos y así iniciará su periplo artístico en Granada, ciudad donde desarrollará la mayor parte de su obra, irradiando su magisterio a las cercanas provincias y realizando las dos nuevas esculturas que sustituyen a las supuestamente indecorosas tallas de Bigarny, que hoy podemos contemplar en ambos lados del retablo mayor de la citada capilla sustituyendo a las del francés.
Desde esa fecha hasta su muerte Siloé trabajará sin descanso en la capital nazarí hasta el fin de sus días, primero en lel encargo de finalización de la famosa iglesia de los Jerónimos, que será bajo su órbita rectificada y engrandecida en sus formas como panteón de la familia del Gran Capitán aprovechando parte de las obras iniciadas por Jacopo Florentino, otro destacado renacentista que ha recalado en Granada. Y en ese exigente proyecto se encuentra trabajando cuando recibirá el gran encargo de su vida, quizá el proyecto más ambicioso para cualquier artista de su generación y época: la construcción de la nueva catedral metropolitana granadina, pensada igualmente como panteón imperial de los Austrias, y aún de los Reyes Católicos, si el tiempo y las circunstancias no hubieran hecho cambiar de idea al Emperador y a su hijo Felipe ll. Es el Conde de Tendilla, animador del cambio de estilo por sus estancias diplomáticas en Roma y los nuevos aires que se quieren imprimir a una ciudad de marcado carácter musulmán y reducido tamaño de calles, inmuebles o edificios públicos el que recomendará al arquitecto. Este encargo le llevará a establecerse definitivamente en Granada hasta su muerte y compatibilizar los parones en las dos obras estelares para cumplir otros encargos del Arzobispado para el que trabajará desde entonces como Arquitecto Mayor y encargado de obras.
La actividad de Siloé en Granada se convierte en absorbente y dilatada. A los dos grandes proyectos se une también los encargos eclesiásticos: las trazas de portadas parroquiales o la supervisión de las llamadas Iglesias del Pan en siete poblaciones cerealistas que ven mermado el comercio de este producto a la exclusividad de la capital, la iglesia de Santiago en Guadix y las trazas de la ampliación de la propia catedral accitana sin descartar otros encargos decoracionistas de las mismas. Para hacernos una idea del volumen de sus encargos y la enorme carga de trabajo que Siloé lleva a sus espaldas hemos de sumar otro rosario de peticiones que abarcan encargos municipales: la famosa y desafortunadamente desaparecida Casa de los Miradores en Bibrrambla como nueva sede del cabildo, algún pilar o fuente públicas que han desaparecido… y otros no menos importantes reclamos Institucionales, sean los patios de la Real Cancillería y de la Universidad Literaria, actual curia, encargos de la Corte carolina que pretende dejar marcada, como sus abuelos, la querencia y devoción por la ciudad con un estilo propio de impronta e influencia imperial y europea.
Diego Siloé se asienta pues como vecino de Granada y aquí echa sus raices. Compra y rehace una casa morisca en la calle Angosta de la Botica; se casa en segundas nupcias con Ana de Bazán, y muy rara vez atiende encargos de fuera de la provincia que no sean las trazas o diseños, como en la iglesia del Santo Salvador en Übeda que culminará Valdelvira, pues en sus talleres no hay cabida para más. Decimos talleres en plural, porque tal parece ser el modus operandi de Siloé. En cada obra de relieve instalaba un taller provisional, tomado de aguas sobre unas estructuras básicas de madera y él se movía de uno a otro según las diferentes exigencias del momento con febril anticipación.
Ante tan enorme peso de responsabilidad y encargos no podemos sino pensar en la existencia de varios talleres encomendados a sus oficiales más aventajados, como Maeda y otros, que irán adelantando los trabajos bajo sus dictados hasta el momento y sazón en que Diego Siloé irrumpa con su destreza y habilidad a rematar los aspectos más difíciles y comprometidos: rostros, manos, ropajes, zoomorfos, roleos, símbolos.., como puede atisbarse en la joya principal de sus ensayos en el lado derecho de la puerta del Perdón catedralicia. Se habla por tanto de la existencia de las varias instalaciones de fábrica gobernados por el maestro, -allí donde se ejecutaban las obras- cambiando oficiales y peones según las necesidades y urgencias de cada momento.
Su magno proyecto catedralicio le llevó casi 35 años de su vida y se convirtió en un referente desde sus mismos inicios: tiene una impronta romana inequívoca, interpretando este arte hasta sus últimas consecuencias. Usó las grandes tratados de la época, copia de los que se editaban en Roma y sus propios apuntes traídos desde Italia, exploró nuevos y originales elementos ornamentales sin descuidar nunca que la estructura arquitectónica ha de ser tan sólida como resistente a los cambios de gusto. Primero construyó una maqueta con la que convenció al Emperador en persona, tras un incierto viaje a la Corte, a fin de disuadirle de continuar las ideas goticistas de Egas por las nuevas de aires romanos que manejaba con soltura. Lástima que aquella minuciosa maqueta que despejó las dudas del Emperador se perdiera.
El diseño de planta toma las referencias de la famosa basílica del Santo Sepulcro de Jesús, en Jerusalén, su descomunal cúpula de 22 metros de radio y 45 de altura se relaciona por su envergadura con la del Panteón de Agripa, y por supuesto con la capilla giratoria con deambulatorio del mencionado templo de Jerusalén. Toda en ella es grandiosa, luminosa y blanca por la obsesiva búsqueda de la luz que tuvo Siloé como virtud frente a la angostura y tenebrez de las catedrales góticas, para lo cual no duda en hacer uso del encalado de columnas y muros, la apertura de grandes y elaborados ventanales altos protegidos por vidrieras que dibuja personalmente. Sus cinco naves sobre grandes pilares rodeados en sus caras por medias columnas y capiteles corintios, atravesadas por los dos cruceros con el famoso arco esviado que abre la capilla mayor a la contemplación de la cúpula y al deambulatorio quedó como un ejercicio de dominio técnico y buen gusto canonizado con su mismo nombre. Su sentido del cálculo pitagórico y geométrico no deja espacios al error y esa es otra también de sus cualidades como arquitecto: sus siete vanos abiertos hacia el transepto vino a ser un acierto acreditado que hace diáfana la Capilla Mayor en cuyo centro, como en la del Santo Sepulcro, se coloca el tabernáculo. Lástima que ese tabernáculo desapareciera roído por las termitas y luego copiado y puesto de moda en el barroco. A su favor juega el desmontaje en el 1929 del Coro bajo, decisión muy controvertida en su momento, que hoy es aceptada en favor de una diafinidad y contemplación sin aquellos obstáculos frontales.
Su dominio de la escultura tiene una feliz muestra en la famosa Puerta del Perdón, catalogada como de las bellas del renacimiento hispano. En esta imponente fachada, pensada como un arco de triunfo a escala menor Siloé hace alarde de todas sus habilidades y conocimientos, quizá en afán de notoriedad con decoración excesiva, se le achaca, abriendo de paso camino al manierismo y mostrando también una cierta simpatía por el moribundo arte plateresco. Pero podemos asegurar que es un constructor sólido, que cuida con gran esmero la seguridad de sus edificios y las dudas de seguridad se resuelven y muestran a a las claras en los rotundos contrafuertes en tres círculos concéntricos que han de sujetar la enorme cúpula; es por eso que la Catedral granadina tiene estos enormes contrafuertes, sustitutos de los arbotantes góticos, que aseguran una estabilidad continuada al gran tamaño y consistencia de la famosa cúpula en la que Siloé hubo de lidiar con los cimientos y arranques de Enrique Egas de los cuales no terminó de fiarse. Pero sus contrafuertes son elementos verticales que tienen un carácter también estético en la estilización de una cabecera gigantesca, de paños en abanico que imitando los ábsides góticos circulares aquí son todos rectos con salientes colocados a pico, y sirven para la división de las capillas interiores del deambulatorio. Molduras, gárgolas, pináculos, forman un repertorio de gran originalidad que serán imitados posteriormente.
Nunca vió terminada su obra, la falta de dinero y recursos, la ambiciosa programación pública de otros grandes edificios institucionales llevó a que las obras se dilataran sin término durante décadas hasta casi cubrir los dos siglos. Sí podemos asegurar que vio concluída la cabecera, la puerta del Perdón hasta la segunda planta, el pié de la torre sin el tercer y cuarto cuerpo con serie octogonal y chapitel mientras en el lado sur, en el contacto con la Capilla Real le tocó sufrir vivamente los pleitos eternos con el cabildo de ese aula regia. Del mismo modo, famoso fué el pleito con la Duquesa de Sessa, viuda del Gran Capitán, olvidadiza de los pagos al maestro y las consiguientes moras y retrasos para finalizar San Jerónimo hasta ponerse de acuerdo. Por suerte para su autoestima no tuvo noticias de los peligrosos movimientos de la torre ya levantada cuando dió signos de vencerse y aún de agrietarse y el nuevo titular Ambrosio de Vico decidió vaciarla por dentro y desmontar el cuarto cuerpo ya hecho y el chapitel. Sólo un interrogante se cierne sobre su diseño de las bóvedas y techumbres: acaso se le impuso la vuelta a las bóvedas de nervios góticas. Acaso, dicen otros especialistas, sus canteros norteños no dominaban las bóvedas de casetones y Siloé hubo de ceder mezclándolas en aparente contradicción hasta donde pudo unas con otras. Ni siquiera el gran investigador de la catedral, Earl E. Rosenthal propone una sola explicación.
Cuentan las crónicas que era hombre pío sin excesos, cumplidor y ferviente feligrés de la parroquia cercana a su domicilio, la iglesia de la Inquisición o de Santiago. De él no se hizo jamás escarnio ni dudas hubo de su limpieza de sangre ni de la riqueza que acumuló: en su testamento aparecen esclavos, sirvientes, establos, arcones, armaduras, piezas propias de gran valor y las famosas plantillas que dona a su discípulo Maeda.
Parece ser que mantuvo pocas y contadas relaciones con el otro gran maestro renacentista afincado en la capital, Pedro Machuca, encerrado éste en el Palacio de Carlos V y al parecer hombre de poca vida social y ésta muy ligada a los Tendilla. Vidas paralelas de dos personajes únicos. Siloé, extravertido, dinámico, ambicioso. Machuca bien parece que era exactamente lo contrario, pues no salió de la Alhambra sino para entregar algún retablo, -hoy desaparecido- en la iglesia imperial de San Matias, algunos bultos -perdidos también- de santos y tablas de pintura, un tanto esquemática y correcta. El otro gran personaje, Bartolomé Ordóñez, su amigo, dejó el cenotafio de Felipe y Juana en la Capilla Real, Berruguete hizo estancia en la capital y contrató algún retablo que la Capilla Real nunca se determinó a pagarle y finalmente abandonó la ciudad sin dejar huella mayor. Podríamos cerrar aquí la nómina hablando como dice Gómez Moreno de las águilas del renacimiento que dejan en Granada su impronta y sus gustos abriendo el nuevo estilo a tiempos posteriores. Los más importantes sin duda y más comprometidos con un pensamiento nuevo en un tiempo de revisión y de cambios que abandonarán los tinieblas medievales por la búsqueda de un nuevo humanismo.
De su vida familiar bien poco sabemos. Se casó, como queda dicho, en segundas nupcias con Ana de Bazán, no tuvieron hijos: en el testamento de Siloé éste recomienda a su viuda que la baranda de la escalera la concluya su discípulo Maeda, y Maeda no sólo culmina y la remata sino que finalmente se casa con la viuda de su maestro. Supuestamente se le enterró en la iglesia de Santiago, muy cerca del altar. Pero los motines y protestas contra la Inquisición y la desaparición de su archivo nos dejan en la oscuridad sobre su último destino: en tal iglesia hemos investigado y ya no quedan sepulturas localizadas y nadie sabe qué se hizo con los despojos de este laborioso y generoso genio granadino-burgalés que llegó por un encargo menor y ya no le dejaron irse ni moverse del epicentro de la modernidad que fué por un tiempo Granada, hasta que rendido decidió entregar sus herramientas y dibujos y trazas y descansar para siempre en el Olimpo.
Obras de Diego Siloé en Granada.
Iglesia, coro y portadas del monasterio de San Jerónimo.
La Casa de los Miradores.
Patio Real Chancillería y Universidad Literaria.
Catedral de Granada.
Trazas de las Siete Iglesias del Pan.
Trazas portadas parroquias de Granada
Esculturas varias: Cristo atado a la columna iglesia de San José.
Portada iglesia de Santiago, Guadix
Ampliación Catedral de Guadix
Varias fuentes y pilares.
* Iglesia panteón del Santo Salvador, en Übeda, Jaén.
Influencias:
Catedrales de Málaga, Almería, Murcia. Guadix, Capitales de Sudamérica.
Bibliografía:
Earl E. Rosenthal. La Catedral de Granada. Ed. Universidad. Diputación de Granada.
Manuel Gómez Moreno Martínez: Los águilas del renacimiento. Patronato de la Alhambra.
Guías de Granada de Gómez Moreno González. Antonio Gallego Burín.
Textos diversos: Henares Cuéllar, Rafael López Guzmán.